domingo, 25 de octubre de 2020

El juicio de Friné

El dramático juicio de Friné, la cortesana de la Antigua Grecia que se desnudó para salvar su vida


"Friné frente al Areóago" de Jean-Léon Gerôme, una de las muchas obras de arte que inspiró esta historia.


Las cosas no iban bien para la defensa en el Areópago, ese lugar donde, según la leyenda, Ares, el dios de la guerra, había sido juzgado por los dioses y exonerado de ser condenado por dar muerte a Halirrotio, hijo de Poseidón, que había violado a una de sus hijas, Alcipe.

En este caso, la acusada enfrentaba uno de los cargos más graves que se podían imputar contra alguien: impiedad, una de las razones por las que el gran filósofo ateniense Sócrates había sido sentenciado a morir tomando cicuta.

Por más preparación y esfuerzo, era obvio que el talentoso Hipérides, uno de los diez oradores áticos (considerados los mejores oradores y logógrafos de la antigüedad clásica), no estaba logrando convencer al jurado.

Con la vida de su defendida -y su propia reputación- en juego, tomó medidas extremas.

"...como no conseguía nada con su discurso y era probable que los jueces la condenaran, tras conducirla hasta un lugar bien visible y desgarrarle la túnica interior, dejándole el pecho desnudo, declamó sus lamentaciones finales ante la visión que ella ofrecía...", cuenta el escritor Ateneo de Náucratis en "Banquete de los eruditos".

Hipérides había desnudado a Friné frente al jurado.

La cortesana estaba ahí porque, como contó Ateneo, "durante las festividades Eleusinas y las de Poseidón, a la vista de todos los panhelenos se quitaba el manto, se soltaba la cabellera y entraba en el mar".

Los misterios de Eleusis era el más famoso de los ritos religiosos secretos de la antigua Grecia. Así imaginó el pintor polaco del siglo XIX a Friné durante el festival.

Si la estaban acusando de profanar el festival con su ofrenda, Hipérides les estaba mostrando el medio con el que había cometido el crimen.

Era un cuerpo tan perfecto que únicamente podía ser obra de los dioses, argumentó. Sería una falta de respeto a ellos privar al mundo de esa obra divina.

¿Cómo iban a condenar a una mujer que era tan hermosa que representaba a la diosa Afrodita?

"...y consiguió que los jueces sintieran un respeto reverencial hacia la ministra y sierva de Afrodita, concediendo por piedad religiosa que no se le diera muerte", dice Ateneo.


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